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tierra sin luna



Joe casi no veo. Casi es de noche y además pierdo vista. Maldito confinamiento.

Thank you for the days... canta Kristy MacColl, que en paz descanse.
Hoy ha muerto Pau Donés. No era su fan pero parecía un buen tipo. Sincero. Auténtico. Eso siempre me gusta. Me ha dado una pena enorme. No sé.

Hace un tiempo, o sé hace cuánto, unos meses quizá, me habría dado mucha más. Creo.
Llevo días sintiéndome separado del mundo, o de mí mismo, no sé. Algo en el interior de mí mismo ha quedado laminado.

Las fases, el desescalamiento, la normalidad anormal, vieja o nueva, no me importa demasiado. En realidad nada me importa demasiado.


Hoy tocaba trabajar. Y luego ir a comprar.
He sentido claramente la distancia sideral que me separaba de los demás. Dolía un poco.
Paso las tardes viendo la tele. Minicasas sobre ruedas. Jo. Ni sé por qué.

La ilusión de la gente, otrora inspiradora o dolorosa, según mi estado de ánimo, esta vez es simplemente incolora.

Soy un coleóptero contemplado por mí mismo. Con la misma pasión reflectante de un escarabajillo que no vuela.

Qué nausea los anuncios. Telefonía. Puag. Qué nausea las noticias. Cutrepolítica. Las promos consoladoras o alentadoras.

Vaya desvarió. La muerte es muerte. Ya. No tiene articulado ni adjetivación. Ni siquiera verbos. Ni uno solo.

Creo que repugnante  es la palabra que más se repite estos días en mi cabeza. No sé por qué. Aparece en mi mente sin más. En mi boca, sin letras.


Arrancarle las ilusiones a alguien es lo peor que puedas hacerle. Perderla tú mismo lo más patético.
Como si a un niño de le cayera el corazón mientras juega en el río.
Corriente abajo no hay nada. Salvo la nada.

Decepcionante. Quizá es la segunda palabra que ronda mi cabeza. Una decepción tan absoluta y profunda que marea.
Nausea y vértigo. Si pudiese tirar al río la voluntad y la memoria, la razón.

Tierra sin luna. Soy una desestabilizada tierra sin luna dando bandazos de aquí para allá y sobre sí misma. Acosada por extremos térmicos y lumínicos. Incapaz de albergar vida compleja.


Vida compleja, compleja vida. Los tipos del grupo de la SEO no hacen más que mandar al móvil fotos de pájaros.
Quiero volar.
Malditos mis huesos pesados que no sostienen nada.

Anfibio. Dos vidas. O muchas más en mi caso.

Siempre me han gustado. Las salamandras, las ranas. Suavecitas y con ojazos que miran todo. Permeables.

De niño jugaba en el río con los renacuajos que serían ranas. Y escuchaba el canto aflautado y misterioso de los sapos parteros. Yo no sabía lo que era. Creía entonces que eran las hadas. Alguien pequeño y hermoso recogido junto al río. Aguardando delicadamente.

Y leí mi primer haiku sobre una rana que saltaba al agua. Me pareció tan sencillo y hermoso como un niño reflejado en el agua.

Como aquellas voces de los sapos parteros en la noche. Y yo mismo acercándome a la orilla, un poco temeroso, con la linternilla, como para saludar, o despedirme, antes de entrar en la tienda de campaña. Tir nan tir.


Dormir, volar en la oscuridad del cosmos. Junto al río.  Un planeta girando sobre sí mismo a 1600 km/h y dando vueltas al sol a cien mil km/h. Un niño en el río de las sábanas junto a los juncos de la ribera, buscando el sueño, alargando un pie hasta tocar la frescura del agua. Un sol a 850 mil km/h recorriendo la galaxia entera cada 250 millones de años. Escuchar los sapos parteros tanteando la noche y caer y caer, mareado de transparencia. Una galaxia navegando sin más hacia la oscuridad del vacío a dos millones y medio de km/h. La nana silenciosa que me tranquiliza. La quieta velocidad que me acuna. Incomprensible. Shiranai. Paz.

Entregado mi cuerpo al vacío.












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