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a la intemperie

Qué frío el aire de esta tarde. De dónde vendrá. Por qué tan frío en estas fechas.
A pesar del frío, de la amenaza de lluvia he tenido que salir.
Me asfixio. A veces pasa. Sin saber por qué.
Con mascarilla, y la capucha del chambergo calada hasta el cerebro. Caminar. Sin mirar a los lados, sin mirar a nadie.

Una picaraza vuela contra el viento acercándose al nido que aún clarea entre las ramas peladas de los sauces. Creo que es la misma de la otra tarde. Ni sé cuándo. Hace días que no salgo de casa.

Ahí afuera no hay nada.

Un espejo atiborrado de nubes, el reflejo de mí mismo.

Qué sueño tenía esta tarde… Vi un docu de las islas griegas, otro de Honshû… haciendo esfuerzos para mantenerme despierto. Sentía cómo me hundía en el sofá, en todos los sofás del mundo, hacia la profundidad de la tierra.
Si pudiese atravesar la tierra y surgir junto al lago Biwa…
Creo que me dormí al final. Un momento, un milenio.

Luego me desperté.

Noticias, vecinos, whasap….
La ineludible necesidad de salir de aquí. De huir a alguna parte. Dónde sea. Lejos.

Qué frío el viento. Calles vacías.

Cuánta nada en la nada.

Algo en mí me hace recordar a M.A. Justo hoy hace una semana que saltó.

Quizá se encontró de bruces con toda su vida expuesta al viento vacío de un atardecer cualquiera. Quizá le cayeron encima, de golpe, todos los años de granito. Los vividos y los no vividos.

Quizá nada.

No tengo ni idea porque es imposible saber nada de nadie.



Al final de la avenida el letrero que indica Numancia 6 km. Casi sin pensar instantáneamente calculo sin querer: hora y media de camino. Mochila y vara de avellano. A mi lado Ch.
Solo un instante. Solo otro instante el escalofrío que le sigue.

Este momento atravesado por este viento frío… este momento… será ya todo pasado? Será verdad que el porvenir dejó de existir sin darnos cuenta? Antes de ser, un día cualquiera, una tarde sin más.

Me gustaría volver a pintar murales  en el cole junto a M.A.
Me gustaría volver a la delicadeza de nuestros comienzos.


Margaritas, arvejas, amapolas, parecen recogerse justo antes del anochecer. Algo en mí, sin saber por qué, parece recogerse también. Lo siento tan claramente, tan dolorosamente, como este viento que me atraviesa.

A la intemperie.


Antes de este confinamiento algo dentro de mí estaba ya confinado. Y lo seguirá estando después. 




















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